Por Antonio Moulet
Bueno, ya pasó el día de la gran putada, en palabras de Toxo. Su día de fiesta grande. Ahora, a seguir viviendo a cargo del sistema al que no respetan.
El insaciable principio de las subvenciones sigue intacto. Da igual que haya que congelar pensiones, reducir salarios o subir IVAs y quién sabe cuántas cosas más. Lo importante es que la «teta» siga dando leche suficiente para mantener a la inmensa legión de vividores a cargo del Estado. Aunque esta lista podría ser muy amplia, hoy hay que recordar el sistema sindical que nos pudre y arruina.
Ya se ha oído hasta la náusea que el derecho a la huelga es tan importante como el derecho al trabajo. Palabras huecas y sin significado real. La frase es una simple moneda de cambio usada para que negocien unos gobernantes débiles y un puñado de forajidos que gozan de impunidad para hacer lo que les venga en gana. En España se ha conseguido una increíble combinación de forajidos y mantenidos. En las películas del Oeste, los forajidos se jugaban el pescuezo para asaltar las diligencias. Aquí no hace falta; les llevan la diligencia cargada de dinero a su casa. En el pendrive de la Ministra Salgado con los Presupuestos Generales del Estado hay unos cuantos bytes de memoria destinados a subvencionar a los sindicatos, a mantener a los forajidos.
Unos sindicatos arcaicos, con esclerosis múltiple en su funcionamiento, anclados en un dogmatismo trasnochado, con modelos socialistas del siglo XIX y donde las culpas, sean las que sean, sólo hay que achacarlas a los empresarios explotadores que no merecerían más que incendiarles sus negocios. Unos sindicatos que han tenido la oportunidad de aprender y dar una lección en las mesas de concertación y que siguen sin aprender. Su supuesta defensa de derechos laborales, su modo de arrimar el hombro es incompatible con la solución del problema. ¿Por qué? Porque apoyar cualquier medida valiente pero dura que pueda llegar a poner la economía española y el mercado laboral en una situación de competitividad, hoy perdida, supondría que su buena vida podría ponerse en peligro.
Una medida ética y honesta, si conocieran estos valores, sería renunciar inmediatamente a las subvenciones que reciben de los Presupuestos Generales. Y pedir a cada liberado y pesebrista que ha salido a la calle el 29-S que apoye con su dinero el sostenimiento de su sindicato favorito. Sería el final del sindicalismo vertical y oficial, que ya sostuvo Franco durante muchas décadas. Los actuales siguen siendo mantenidos del mismo modo.
¿No es justo que los feligreses de la Iglesia Católica sostengan su Iglesia? ¿No parece obvio que los socios del Madrid o del Barça paguen sus cuotas para disfrutar de su club? ¿Por qué mis impuestos deben sostener en bloque a sindicatos que salen a la calle a cerrar locales por la fuerza e insultan en voz alta a los comerciantes y empleados que ese día deciden ejercer su derecho al trabajo? Igual que cuando los malos entraban de modo chulesco por la calle central y polvorienta de los pueblos del Oeste americano para sembrar el pánico. Al menos éstos intentaban atracar el Banco del pueblo. Los nuestros no necesitan moverse de su silla ni bajarse de sus coches oficiales.
Otra medida que ayudaría a mejorar la competitividad y la productividad de nuestro país sería la renuncia de los liberados.
Aún recuerdo cuando estuve en Telefónica trabajando hace años. En una unidad de gestión de reclamaciones (con unas veinte personas) el trabajo se amontonaba porque sólo había quince personas trabajando. Los otros cinco eran «liberados», me explicaron para mi sorpresa. ¿Liberados de qué? Pues liberados de trabajar. Jamás iban por su puesto de trabajo (durante años y años) y sus compañeros no recibían ni siquiera preguntas de curiosidad sobre cómo les iba en su trabajo o si podían ayudarles en algo.
Siempre he tenido una curiosidad. Si no van a su empresa ni a su lugar de trabajo, ¿dónde están los liberados? No sé, pero me vienen a la mente escenas de tertulia entre esta gente, tomando cañas y celebrando que el sistema les mantenga sin dar un palo al agua. Era espectacular la noche en la que comenzaba la huelga general ver a todos estos vividores de fiesta por el centro de Madrid tomando cañas y tapas como si de una boda se tratara. Eso sí, con pegatinas y banderas. Orgullosos de su rol de salvadores de los derechos del trabajador. Desolador el espectáculo. Curiosamente, a partir de las doce de la noche no se quejaban de que hubiera camareros poniéndoles cañas y raciones de bravas…
Como decía, la medida más solidaria sería poner a esos muchísimos miles de personas a trabajar, a arrimar el hombro y mejorar la productividad y la competitividad de España en lugar de estar rascándose la barriga cervecera. Los sindicatos podrían dar una lección de generosidad, pero desconocen el significado de esa palabra. Es mejor usar a los liberados como comandos antisistema que salgan a la calle a patrullar con chulería y que obliguen al cierre de negocios que hoy no están como para renunciar a la venta de un día.
A esos pequeños negocios, a esos empresarios opresores, a esa gentuza a la que se les llama esquiroles por querer abrir su negocio ese día, a esos a los que les ponen pegatinas en sus escaparates y luego tienen que gastar horas en despegarlas con cuchillas para adecentar sus negocios de nuevo. A esos nadie les va a pagar la venta perdida el día de la fiesta sindical. A los pequeños empresarios no les mantienen los Presupuestos Generales. A los forajidos, lamentablemente, sí.
No he podido leer, realmente, este artículo, columna, no.. Estoy hasta …perdonar el palabro. Son unos ladrones sin perjuicios, se rodean de los más pobre (parados, puestos bajos-para ellos- taxistas, e incluso gente que esta en la cuerda floja en su empleo, inmigrantes e incluido los chinos que son mas listos que ellos ya que no les dejan meter las narices en sus negocios.
NO he visto en mi vida gente tan egoista. Su eslogan es «YO, PARA MI, CONMIGO…..» Os juro que es cierto.
Me siento fatal. Como nos engañan…
No he podido leer, realmente, este artículo, columna, no.. Estoy hasta …perdonar el palabro. Son unos ladrones sin perjuicios, se rodean de los más pobre (parados, puestos bajos-para ellos- taxistas, e incluso gente que esta en la cuerda floja en su empleo, inmigrantes e incluido los chinos que son mas listos que ellos ya que no les dejan meter las narices en sus negocios.
NO he visto en mi vida gente tan egoista. Su eslogan es “YO, PARA MI, CONMIGO…..” Os juro que es cierto.
Me sento fatal. Como nos engañan…